miércoles, 24 de agosto de 2011

La triste historia de.... Ra Sin Club

Señoras y señores, este espacio se viste de gala (y de rosa) para hablar de la historia de un (fracaso) grande: El ex Racing Club de Avellaneda, luego Blanquiceleste S.A y ahora... vaya uno a saber. Este será un breve acercamiento a una de las historias más desopilantes del fútbol argentino, por qué no mundial. Breve, sí… es que esto da para mucho más. Espero que este esfuerzo de mi parte sea del agrado del lector, asimismo va la dedicatoria para el correo correa, y para don HAS, en su busqueda incesante de generar riquezas con bajos costes...

La historia de aquel que una vez se denominara Racing Club está plagada de curiosidades. No podía ser de otra manera si hablamos de gente transgresora y creativa. Como ejemplo baste recordar que el nombre salió de una revista importada… era el nombre de la revista… bueno… por ahí no es el mejor ejemplo este de creatividad, pero esto no ha terminado, vayamos al color de la camiseta: corría 1902 y antes de fundarse el club que varios años más tarde se convertiría en una empresa, quisieron que la camiseta fuera a rayas amarillas y negras, pero ya Peñarol tenía esos colores, entonces algunos socios propusieron que el color fuera otro, el rojo. Tanto se discutió del tema que la incipiente sociedad… ¿encontró el color adecuado?, no, se disolvió. Bueno, luego de un acercamiento y en posteriores reuniones lograron dar, no sin esfuerzo, con un color distintivo: el rosado. Así, tan magníficos hombres llevaron con orgullo ese color hasta que surgió un pequeño problema: alguien les avisó que parecían muy afeminados... algo que parecieron no notar allá por 1903. Desmoralizados, volvieron a juntarse. Se quemaron las pestañas y las escasas neuronas para dar con el tono adecuado. “¿Pero cuál?” se preguntaban. Convengamos que hay muchos colores, más de los necesarios creo yo. Pero semejantes cerebros, entre los que se encontraba Arturo Artola, no se iban a dejar amilanar ante el menor inconveniente y así encontraron, luego de mucho tiempo de cavilar y discutir, los colores con los que se darían a conocer: celeste y blanco. Sí el glorioso celeste y blanco de la bandera, del país, de la escarapela, de… si, ya se lo que están pensando, pero tampoco vamos a estar una eternidad pensando un par de colores de mierda, listo el pollo, a otro tema!.

La historia grande del ex Racing Club empieza en 1903… y termina enseguida. Pero en ese breve lapso de tiempo supo ser un imbatible campeón amateur frente a primitivas versiones de clubes chicos, medianos y grandes, equipos representantes de tiendas del calzado o ramos generales y de rejuntados de chabones que pasaban por ahí. Páginas gloriosas escribió la “Academia” en esos tiempos de cuasi ignorancia futbolística. Pero esto no quedaría solo en los tiempos del deporte amateur, no señor, la ignorancia futbolística los acompaña aún hoy, dando muestras de una coherencia rayana en el disparate.

A partir de la profesionalización del fútbol, allá en los comienzos de la década del ’30, empieza el temprano declive de aquellos que una vez fueron conocidos como Racing Club. Ganando escasos torneos locales y poquísimos internacionales. De esta época, sin embargo, salieron los ídolos más rescatables de su historia. Omar Oreste Corbatta fue uno de ellos, que salió campeón con Boca, club en el que marcó dos goles en su primer partido, contrariamente a su debut en la “Academia” perdiendo por 1 a 0 contra Gimnasia de La Plata.

Los ídolos a partir de aquellos tiempos fueron menos brillantes aún:

Juan José Pizzuti: ídolo en Racing, confeso hincha de Independiente.

El “Chango” Cárdenas, un cuatro de copas muy querido por la gente racinguista, pero que si erraba aquel antológico zapallazo hoy en día no conseguiría ni que le fíen en la panadería.


Alfil Basile: ex ídolo ahora odiado por irse a Boca y gritarles los goles xeneizes en la cara.

Rubén Paz, un “10” mediocre que sobresalió porque al lado de los burros que tenía como compañeros parecía Platini.

Gustavo Costas: empezó entrando con el equipo al campo de juego cuando tenía tres años, siguió alentando hasta que comenzó a jugar en el club de sus amores, llegó a primera y es quien más veces se puso a casaca de Racing. Lo echaron sin pena ni gloria.


Adrián “Polaco” Bastía: un misterio del balompié. Nadie ha podido resaltarle algo más que ser uno de los primeros futbolistas en usar el pelo trenzado.

Reinaldo Carlos Merlo: el ídolo máximo, estatua incluída. Un ídolo que dice que River es su casa y que una vez campeón no quiso volver al ex Racing Club. Solo lo hizo por ser echado del club de Nuñez y no conseguir trabajo.



Claudio “Sifón” Úbeda, un ex Independiente que, salvo durar, estar, permanecer, no se le conoce otra virtud.

Pero no solo de directores técnicos y jugadores está escrita la página gloriosa del ex club. Los dirigentes han sabido marcar un camino:

Destéfano y Otero: dos hombres que han llevado a Racing a ponerse en lo más alto que una institución de rodillas puede estar. Son muy recordadas sus gestas fraudulentas y vaciamientos memorables.

Daniel Lalín: quien confesara ser hincha de Independiente y pese a eso llegar a la presidencia del ex club logró poner a Racing en boca de todos: por no pagar los lugares de concentración, no pagarles a los jugadores, por llevarlos a jugar y terminar pidiendo camisetas a los hinchas para poder salir al campo de juego, fue durante su reinado que Racing consiguió uno de sus últimos logros: un termotanque, gracias a un amistoso en Chile. Este aparato fue a dar adonde concentraban los juveniles , quienes (según testimonios de hinchas de Racing) comían “fideos a la parrilla”(¿¿¡¡¡??). Pero lo mejor de Lalín estaba por venir y era algo que iba más allá de juntarla con pala y cabecear redoblantes: la quiebra de Racing Club, la desaparición (tal como lo definirían más adelante autoridades responsables de las ruinas) o, mejor dicho, el reemplazo del club por una empresa. Así, se esfumaban 95 años de interminables penurias para comenzar con nuevas penurias, modernas, pero ya en carácter de emprendimientos privados.

Ahora ya es momento de hablar de otro grande del ex club: Fernando Marín: durante su gloriosa gestión llevó a Blanquiceleste S.A. a nuevos tormentos: vaciamiento, descontento, malestar, violencia y lo peor de todo: camisetas rosas otra vez.

Pero si lo de Marín fue terrible, su sucesor, Fernando De Tomaso, alcanzó alturas (o más bien, bajezas) inimaginables. Comentarios lisérgicos que hablaban de entrar a las copas internacionales con un equipo peleando el descenso, que no iba a dejar que a Racing "Le toquen el culo mientras yo sea presidente" olvidando que él no era presidente de ex-Racing y que si hablamos con metáforas sexuales, él a Racing ya lo había desflorado.

Los clásicos:

No por nada Independiente vs. Racing es el clásico más desparejo del fútbol argentino. 22 partidos de diferencia a favor del Rojo. Baste como dato ilustrativo que el programa “25” de Gonzalo Bonadeo, que rescata 25 hechos deportivos destacados, cuando se dedicó el programa a las mejores 25 victorias del Rojo sobre sus vecinos su conductor aclaró ‘En realidad son 26 victorias’. Cuando tocó el turno de Racing contra nosotros el programa se trató de “Los 25 mejores momentos de Racing contra Independiente” y constó de 23 victorias (increíblemente se tuvo que recurrir a partidos por torneos de verano y similares) y 2 empates. De local o visitante el Rojo marcó una gran diferencia. Como no hay otra en el fútbol argentino.

El estadio:

El ex club de futbol jugó hasta casi 1950 en un estadio de madera. Sí, mientras Independiente ya llevaba más de dos décadas de jugar en el primer estadio de cemento de sudamérica, el por entonces Racing Club tomaba conciencia de que no podía seguir jugando en una prefabricada. Claro que no contaba con fondos propios para hacerlo pero, ya que su presidente Carlos Paillot también era funcionario de la Municipalidad de Buenos Aires todo se hizo más sencillo. Ramón Cereijo, ministro de hacienda del gobierno de Perón, fue quien intercedió para que el general soltara los millones pertenecientes a fondos públicos que permitieran construir (sin tener que laburar ni fijarse en gastos) un estadio “propio”. De allí que el “Cilindro”, también conocido como “El municipal de Avellaneda” ó “Depósito de papas” lleve el nombre de aquel presidente, sin importar que fuera hincha de Boca. Por la guita baila el mono.

El descenso:

Para Racing el tiempo corría velozmente en 1983 (era lo único que corría en Racing) y la sensación de que algo inminente estaba por suceder se palpaba en el aire de Avellaneda. Luego de otra campaña penosa, triste, deprimente, llega al anteúltimo partido del torneo con una ínfima posibilidad de salvarse de la vergüenza. Pero esos muchachos de Racing de Avellaneda no se iban a achicar así nomás frente a su homónimo cordobés: si algo de orgullo, de dignidad quedaba en ese club (esto último al momento de publicar este artículo no pudo ser confirmado) sacarían adelante el partido, la institución pero… coherente con su historia, perdieron. Pero faltaba una fecha. Y justo esa fecha fue con nosotros, Independiente de Avellaneda. 250 bravos racinguistas casi alentaban en la tribuna visitante de la Doble Visera. Si algo de orgullo y dignidad… bah, volvieron a perder. 2 a 0. El Rojo salía campeón y su eterno archirival se iba al descenso. Pero nosotros sabíamos que no era un ‘adiós’, sino un ‘hasta luego’. Eso lo supimos cuando nos dieron la espalda para irse y vimos que todavía había traste por romper. Durante esos años Racing alquilo el plantel a un equipo de la B y volvió a Primera sin salir campeón, entre otras hazañas. Quizás la amistad nacida allí con Gimnasia de La Plata, los impotentes mayores del fútbol argentino, sea lo más rescatable de su lastimoso paso por la categoría.

Otros hechos notables:

Muchas fueron las cosas que ocurrieron con este club, pionero en eso de pasar papelones. Cabe mencionar la ocupación de terrenos de la UBA; la despedida a pleno cascotazo de su plantel durante un clásico clásico, de local; Nike haciendo un comercial donde se muestra a Sergio Agüero relatando su antológico gol a ex Racing, quienes son sus clientes; la ilusión lisérgica de que Petrobrás llevaría a Rivaldo a jugar allí; Topper admitiendo que no usaron el rosado original en la camiseta retro porque “podía ser un poco chocante” (trad: es vergonzoso); el exorcismo impresentable con el que vanamente quisieron terminar su mala racha de 95 años; el histeriqueo de la hinchada, luego de dejar que el club quebrara; la elección de Daniel Lalín como presidente, confeso hincha de Independiente (hace pocos días fue a un partido y los plateístas lo saludaban); la gran cantidad de veces que han festejado empates intrascendentes (alguno con ‘vuelta olímpica’ incluída); el logro de ser el hijo futbolístico de Boca, River e Independiente; tener un hall de la fama que, según los propios hinchas, lo más importante que tiene es un imponente puesto de hamburguesas; las votaciones que hacen los socios y que nadie toma en cuenta (echar al gerenciador, no al alquiler del estadio, etc) convertir al Municipal de Avellaneda en un depósito de papas…

“… ¿Si Dios es de Racing? No creo, si no ganan nunca!”
Horacio Della Barca. Cura que dirigió el exorcismo en el Cilindro


“Quiero decirles que Racing Club ha dejado de existir”
Liliana Ripoll, síndico a cargo de la quiebra del ex Racing Club

Que el periodismo tome nota.

Yo...? Gracias a Dios soy del Diablo y Miru tambien...

miércoles, 11 de marzo de 2009

La triste historia de Palermocho

La Triste Historia del Jugador de Madera que Queria Llegar ser un Jugador de Verdad

Hoy una vez y mas y luego de un largo tiempo de ausencia volvio el blog mas despiadado del futbol argentino y alrededores con las conmovedora historia de “Palermocho”, el jugador de madera que quería ser un goleador de verdad. Su Creador, sus inicios, el hada Mauricia, Ernesto Grillo y la contínua mentira que a él le hace crecer la naríz y al resto las ganas de que no juegue más. Todo, para que los papis que gustan del paladar negro le cuenten a sus hijos.
Antes, la tapa del periódico “Rivales” con toda la actualidad de los adversarios del Rojo.-

PALERMOCHO:

Carlos Bianchi era un carpintero que trabajaba mucho, mucho, mucho. Venía de un club muy pobre y muy chiquitito llamado Velez Sarsfield .
Pero un día, fue llamado por un club más conocido, Boca Jrs. Y así empezó a trabajar por algo que él pensaba que sí valía la pena.
Al principio las cosas fueron muy difíciles, y estuvieron a punto de darle un voleo feroz en la parte trasera de su mameluco. El carpintero Bianchi no trabajaba muy bien, porque se sentía muy, muy solito.
Lo que sucedía es que tenía muchas maderas en su equipo, como Traverso, Dolberg, Guzmán y Abondanzieri.
Pero un día, para no sentirse tan, tan solito, decidió tallarse un muñeco. Agarró un tronco y le empezó a dar forma. Primero la cabecita, luego el cuerpito, los bracitos y por último las piernitas, que como justo ahí estaba lleno de nudos, quedó para siempre como la parte más dura de todo el muñeco.

Palermocho, que así fue bautizado por Bianchi, no tenía vida, porque era todito de madera.
Pero un día, el hada Mauricia puso toda la tarasca y los medios empezaron a hablar de Palermocho, y así fue haciéndose conocido. Y si bien nunca cobró vida, al menos hablaban de él.
¡Pero pobrecito Palermocho! Si bien todos lo conocían y tenía de amigo al Topo Gigio, había algo que entristecía mucho al inefable tronquito. Y es que él quería llegar a ser un goleador de verdad.
Pero Palermocho tenía un problema. Le crecía la naríz cada vez que mentía. Esto sucedía muy, muy seguido. Un día Bianchi lo escuchó diciendo una mentira y así descubrió su secreto.
-¿Adónde estuviste, Palermocho? -le preguntó Bianchi-. A lo que el madero contestó.
-Estuve en Europa, papá Bianchi, y allí jugué en el Villarreal y el Betis, que son clubes europeos muy importantes. Hice muchos goles y tanto me amaban, que no querían saber nada con que volviera a Boca. Y también estuve en la Selección Nacional, y jugué tan pero tan bien, que me van a seguir llamando. ¿Y vos dónde estuviste, papá Bianchi?.
-Yo estuve en la Roma -le contestó su creador- y me fue muy, pero muy bien. Llevé a grandes jugadores, como Roberto Trotta, y fue tanto mi éxito que tampoco me querían dejar venir, pero te extrañaba tanto que decidí volver .
Y ante el asombro de todos, la naríz de Palermocho comenzó a crecer y crecer,haciéndolo parecer casi tan horrible como cuando jugaba al fútbol. Pero la de papá Bianchi, no. Entonces Palermocho entendió que él era distinto por ser de madera.
De pronto, apareció en su hombro un pequeño bichito llamado Ernesto Grillo. Este trataba de aconsejarlo bien. Grillo convirtió en su carrera 140 goles, y fue muy reconocido sin la ayuda del marketing . Había jugado en Independiente y Boca, y cuando fue a Europa estuvo en un club grande de verdad: El Milan.
Grillo trataba de hacerle entender a Palermocho que era de madera, y que nunca iba a dejar de serlo, por más que los medios de comunicación lo inflaran y los árbitros le permitieran goles viciados de nulidad.
Y así nuestro protagonista se dio cuenta que si no quería que le creciera la naríz no tenía que mentirle a la gente. Tampoco aprovecharse de la tarasca del hada Mauricia haciéndoles creer a todos que era un goleador de verdad.
Pero al final decidió que una naríz un poco larga no era algo tan malo, y que mucho peor era que los hinchas de Boca Jrs. se dieran cuenta que siempre aplaudieron a un tronco.
Y azulín-dorado, gracias al marketing, este cuento, no ha terminado.

Y0...? Gracias a Dios soy del Diablo... y Miru tambien

jueves, 23 de octubre de 2008

La Media Chilena

Ayer a Anita se la llevaron un rato largo a firmar un montón de papeles. Al volver, ella dijo que no había entendido muy bien, porque eran muchos formularios distintos, con letra chica y apretada. Supongo que me habrá mirado varias veces, buscando un gesto que le calmara las angustias. Pero yo estaba de un ánimo tan sombrío, tan espantado por el olor a catástrofe, que evité con cierto éxito el cruce inquisitivo de sus ojos.

Los doctores dicen que, prácticamente, no hay manera casi de que salgas de ésta. Y lo dicen muy serios, muy calmos, muy convencidos. Con la parsimonia y la lejanía de quienes están habituados a transmitir pésimas noticias. El más claro, el más sincero, como siempre, fue Rivas, cuando salió a la tarde tempranito de revisarte. Cerró la puerta despacio para no hacer ruido, y le dijo a Anita que lo acompañara a la sala del fondo y la tomó del brazo con ese aire grave, casi de pésame anticipado. Yo me levanté de un brinco y me fui con ellos, pobre Anita, para que no estuviera sola al escuchar lo que el otro iba a decirle.

Rivas estuvo bien, justo es decirlo. Nos hizo sentar, nos sirvió té, nos explicó sin prisa, y hasta nos hizo un dibujito en un recetario. Anita lo toleró como si estuviera forjada en hierro. Y te digo la verdad, si yo no me quebré fue por ella. Yo pensaba ¿cómo me voy a poner a llorar si esta piba se lo está bancando a pie firme? Cuando Rivas terminó, supongo que algo intimidado ante la propia desolación que había desnudado, Anita, muy seria y casi tranquila (aunque me tenía aferrado el brazo con una mano que parecía una garra, de tan apretada), le pidió que le especificara bien cuáles eran las posibilidades. El médico, que garabateaba el dibujo que había estado haciendo, y que había hablado mirando el escritorio, levantó la cabeza y la miró bien fijo, a través de sus lentes chiquitos. «Es casi imposible». Así nomás se lo dijo. Sin atenuantes y sin preámbulos. Anita le dio las gracias, le estrechó la mano y salió casi corriendo. Ahora quería estar sola, encerrarse en el baño de mujeres a llorar un rato a gritos, pobrecita. Yo estaba como si me hubiera atropellado un tren de carga. Me dolía todo el cuerpo, y tenía un nudo bestial en la garganta. Pero como Anita se había portado tan bien, me sentí obligado a guardar compostura. Le di las gracias por las explicaciones, y también por no habernos mentido inútilmente. Ahí él se aflojó un poco. Hizo una mueca parecida a una sonrisa y me dijo que lo sentía mucho, que iba a hacer todo lo posible, que él mismo iba a conducir la operación, pero que para ser sincero la veía muy fulera.

A la tarde. la familia en pleno ganó tu habitación v desplegó un aquelarre lastimoso. Todos daban vueltas por la pieza, casi negándose a irse, como si que dándose pudieran torcer al destino y enderezarte la suerte. Vos seguías en tu sopor distante, en esa modorra quieta que te había ido ganando con el transcurso de los días. Ni siquiera comer querías. Dormías casi todo el día. Con Anita apenas cruzabas dos palabras. Y a mí te me quedabas mirando fijo, como sabiendo, como esperando que yo me aflojara y terminara por desembuchar todo lo que me dijo Rivas y que a vos te conté nomás por arriba para que no te asustases. Cuando me clavabas los ojos yo miraba para otro lado, o salía disparado con la excusa de irme a fumar al baño del corredor. Y encima ese cónclave familiar que armamos sin proponérnoslo, pero que tampoco fuimos capaces de ahorrarte. Ayer estaban todos: papá, Mirta, José, el Cholo, y hasta la madre de Anita que no tuvo mejor idea que traer a los chicos para que te saludaran. Menos mal que a Diego y a su mujer los atajé a tiempo saliendo del ascensor y los despaché de vuelta. Venían con cara de pánico, como queriendo rajar en seguida. Así que les di las gracias por pasar y les evité el mal trago.

Después llegó la hora macabra del atardecer. No hay peor hora en un hospital que ésa. La luz mortecina estallando en el vidrio esmerilado. El olor a comida de hospicio colándose bajo las puertas. Los tacos de las mujeres alejándose por el corredor. La ciudad calmándose de a poco, ladrando más bajo, con menos estridencia, dejando a los enfermos sin siquiera la estúpida compañía de su bullicio.Para entonces, la pieza era un velorio. Faltaba sólo la luz de un par de cirios, y el olor marchito de las flores tristes. Pero sobraban caras largas, susurros culposos, miradas compasivas hacia tu lecho. Justo ahí fue cuando abriste los ojos. Yo pensé que era una desgracia. Anita trataba de convencerlo a papá de que se volviera a Quilmes, y él porfiaba que de ninguna manera. Mirta hojeaba una revista con cara de boba. José te miraba con expresión de «que en paz descanses. Era cosa de que si hasta ese momento no te habías dado cuenta, de ahora en adelante no te quedase la menor duda de lo que estaba pasando. Y vos miraste para todos lados, levantando la cabeza y tensando para eso los músculos del cuello. Se ve que te costaba, pero te demoraste un buen rato en vernos a todos, y al final me miraste a mí y yo no sabía qué hacer con todo eso. Yo temía que me dijeras vení para acá y contámelo todo, pero en cambio me dijiste dame una mano para levantar un poco el respaldo. Y mientras yo le daba a la manija a los pies de la cama de hierro, vos le ordenaste a Mirta que encendiera la luz, que no se veía un pepino. Con la luz prendida todos se quedaron quietos, como descubiertos en medio de un acto vergonzoso y hasta imperdonable, como incómodos en la ruptura de ese ensayo general de velorio inminente.Y para colmo, como para ponerlos aún más en evidencia, como para que nadie se confundiera antes de tiempo, empezaste a dar órdenes casi gritando, estirando el brazo con el suero que bailaba con cada uno de tus ademanes, que vos papá te vas a casa, que vos José te la llevás a Mirta que para leer revistas bastante tiene en su propio living, que ya mismo alguien se ocupa de darle de cenar a Anita o se va a caer redonda en cualquier momento, y que se dejan de joder y me vacían la pieza. Tu voz tronó con tal autoridad que, en una fila sumisa y monocorde, fueron saliendo todos. Y cuando yo me disponía a seguirlos sin mirar atrás, me frenaste en seco con un «vos te quedás acá y cerrás la puerta». Como un chico que trata de pensar rápido una disculpa verosímil, gané el tiempo que pude moviendo el picaporte con cuidado, corriendo las cortinas para acabar de una vez por todas con la luz moribunda de las siete, pateando y volviendo a su lugar la chata guarecida bajo la cama. Pero al final no tuve más remedio que sentarme al lado tuyo, y encontrarme con tus ojos preguntándome.

Te lo conté todo. Primero traté de ser suave. Pero después supongo que me fui aflojando, como si necesitara hablar con alguien sin eufemismos tontos, sin buscar y rebuscar atenuantes tranquilizadores, sin inventar al voleo ejemplos creíbles de sanaciones milagrosas. Te relaté cada uno de los diagnósticos sucesivos, el inútil anecdotario del periplo de locos de los últimos dos meses, el puntilloso pésame velado de los especialistas.Vos te tomaste tu tiempo. Llorabas mientras yo seguía el monótono detalle de nuestra pesadilla. Llorabas con lágrimas gruesas, escasas, de esas que a veces sueltan los hombres. Después, cuando por fin me callé, cerraste los ojos y estuviste un largo rato respirando muy hondo. Yo empecé a levantarme de a Poquito, casi sin ruido, como para dejarte descánsar, queriendo convencerme de que te habías dormido.

Y ahí pasó. Te incorporaste en la cama con tal violencia que casi me tumbás de nuevo á la silla del susto. Me agarraste casi por el cuello. haciendo un guiñapo con mi camisa y mi corbata, y miraste al fondo de mis ojos, corno buscando que lo que ibas á decirme me quedara absolutamente claro. Tu cara se había transformado. Era una máscara iracunda, orgullosa, llena de broncas y rencores. Y tan viva que daba miedo. Ya no quedaban en tu piel rastros de las lágrimas. Sólo tenías lugar para la furia. En ese momento me acordé. Te juro que hacía veinte años por lo menos que aquello ni se me pasaba por la cabeza. Parece mentirá cómo uno, á veces, no se olvida de las cosas que se olvida. Porque cuándo me miraste así, y me agarraste la ropa y me la estrujaste y me sacudiste, el dique del tiempo se me hizo trizas, y el recuerdo de esa tarde de leyenda me ahogó de repente. Ahora, en el hospital, no dijiste nada. Como si fuesen suficientes las chispas que salían de tus ojos, y el rojo furioso de tu expresión crispada. Aquella vez, la primera, cuando me agarraste, también era casi de noche. Y también yo estaba cagado de miedo. Me habías mirado fijo y me habías gritado: «Todavía no perdimos, entendés. Vos atajálo y dejáme á mí».

Jugábamos de visitantes, contra el Estudiantil, en cancha de ellos. La pica con el Estudiantil era uno de esos nudos de la historia que, para cuándo uno nace, ya están anudados. Lo único que le cabe al recién venido al mundo, si nació en el barrio, es tomar partido. Con el Estudiantil o con el Belgrano. Sin medias tintas. Sin chance alguna de escapar á la disyuntiva. De ahí para adelante, el destino está sellado. La línea divisoria no puede ser traspuesta.Ambos clubes jugaban en la misma Liga, y los dos cruces que se producían cada año solían tener derivaciones tumultuosas. Para colmo, ese año era más especial que nunca. Nosotros, en un derrotero inusitado para nuestras campañas ordinarias, estábamos á un punto del campeonato. Quiso el destino que nos tocara el Estudiantil en la última fecha. Con cualquier otro equipo la cosa hubiese sido sencilla. Nos bastaba un simple empate, y ningún osado delantero contrario iba á estar dispuesto á amargarnos la fiesta a cambio de una fractura inopinada, y menos con el verano por delante y el calor que dan los yesos desde el tobillo hasta la ingle. Pero con el Estudiantil la cosa era distinta.

Entre argentinos hay una sola cosa más dulce que el placer propio: la desgracia ajena. Dispuestos á cumplir con ese anhelo folklórico, ellos se habían preparado para el partido con un fervor sorprendente, que nada tenía que ver con el magro décimo puesto en la tabla con el que despedían la temporada.Lo malo era que lo nuestro, en el Belgrano, era por cierto limitado: dos wines rápidos, un mediocampo ponedor, y dos backs instintivamente sanguinarios, capaces de partir por la mitad hasta á su propia madre, en el caso de que ella tuviera la mala idea de encarar para el área con pelota dominada. Para colmo, de árbitro lo mandaron al negro Pérez, un cabo de la Federal que partía de la base de que todos éramos delincuentes salvo demostración irrefutable de lo contrario. Un árbitro tan mal predispuesto á dejar pasar una pierna fuerte era lo peor que podía sucedernos. Igual nos juramentamos vencer o vencer. También nosotros éramos argentinos: y darles la vuelta olímpica en las narices, y en cancha de ellos, iba a ser por completo inolvidable.

El partido salió caldeado. Nos quedamos sin uno de los backs a los quince del primer tiempo, y si tengo que ser sincero, Pérez estuvo blando. A los diez minutos el tipo ya había hecho méritos suficientes como para ir preso. Pero su sacrificio no fue en vano: a los delanteros de ellos les habrán dolido esos quince minutos, porque después entraron poco, y prefirieron probar desde lejos. Las gradas eran un polvorín, y había como doscientos voluntarios listos para encender la mecha. La cancha tenía una sola tribuna, en uno de los laterales, que estaba copada por la gente de ellos. Los nuestros se apiñaban en el resto del perímetro, bien pegados al alambrado. Encima el gordo Nápoli, que tenía al pibe jugando de ocho en nuestro cuadro, les sacaba fotos a los del Estudiantil y, aprovechando los pozos de silencio, para que lo oyeran con claridad, les gritaba las gracias porque las fotos le servían para el insectario que estaba armando.

El partido fue pasando como si los segundos fueran de plomo. Yo me daba vuelta cada medio minuto y preguntaba cuánto faltaba. Don Alberto estaba pe gado al alambre, y me gritaba que me dejara de joder y mirara el partido o me iba a comer un gol pavote. Pero yo no preguntaba por idiota. Preguntaba porque sentía algo raro en el aire, como si algo malo estuviese por pasar y yo no supiera cómo cuernos evitarlo. Cuando terminaba el primer tiempo, mis dudas se disiparon abruptamente: el nueve de ellos me la colgó en un ángulo desde afuera del área. Sacamos del medio y Pérez nos mandó al vestuario. La hinchada del Estudiantil era una fiesta, y yo tenía unas ganas de llorar que me moría.

Ahora me acuerdo como si fuera hoy. Vos jugabas de cinco, y eras de lo mejorcito que teníamos. Pero en todo el primer tiempo la habías visto pasar como si fueras imbécil. Las pocas pelotas que habías conseguido, o te habían rebotado o se las habías dado a los contrarios. Chiche no lo podía creer, y te gritaba como loco para hacerte reaccionar. Trataba de que te calentaras con él, aunque fuera, como cuando jugábamos en la calle. Pero vos seguías ahí, mirando para todos lados con cara de estúpido. Siempre parado en el lugar equivocado, tirando pases espantosos, cortando el juego con fules innecesarios.

En el entretiempo el gordo Nápoli guardó la cámara y nos improvisó una charla técnica de emergencia. La verdad es que habló bastante bien. Con su tradicional estilo ampuloso, y sin demorarse en falsas ternuras, nos recordó lo que ya sabíamos: si perdíamos el partido, y Estudiantil nos sonaba el campeonato, que ni aportáramos por el barrio porque seríamos repudiados con justa razón por las fuerzas vivas de nuestra comunidad belgraniana. Vos seguías ahí, sentado en un banco de listones grises, con las piernas estiradas y la cabeza baja. Cuando nos llamaron para el segundo tiempo, tuve que ir a buscarte porque ni aún entonces te incorporaste. No sé si fue el miedo o una inspiración mística y repentina, pero de pronto me vi casi llorándote y pidiéndote que me dieras una mano, que no arrugaras, que te necesitaba porque si no íbamos al muere. Se ve que te impresioné con tanta charla y tanto brote emotivo (yo que siempre fui tan tímido), porque después te levantaste y me dijiste solamente vamos, pero tu tono ya era el tuyo.

El segundo tiempo fue otra historia. Ese se me pasó volando. Parece mentira como corre la vida cuando vas perdiendo. Yo ya no preguntaba la hora. Don Alberto nos gritaba que le metiéramos pata, que faltaba poco. Y a vos se te había acomodado la croqueta. Todas las que te rebotaban en el primer tiempo, ahora las amansabas y las distribuías con criterio. En lugar de regalar pelotas ponías pases profundos, bien medidos. Pero no alcanzaba. Pegamos dos tiros en los palos, y el pibe de Nápoli se comió dos mano a mano con el arquero (que encima andaba inspirado). Y para colmo, a los treinta minutos a mí me empezó de nuevo la sensación de catástrofe inminente.

No andaba mal encaminado. Jugados al empate como estábamos, nos agarraron mal parados de contraataque: se vinieron tres de ellos contra el back sobreviviente (Montanaro se llamaba) y yo. La trajo el nueve y cerca del área la abrió a la izquierda para el once. Montanaro se fue con él y lo atoró unos segundos, pero el otro logró sacar el centro que le cayó a los pies de nuevo al nueve, y yo no tuve más remedio que salir a achicarle. Parece mentira cómo a veces el hombre sucumbe a su propia pequeñez: si el tipo la toca a la derecha para el siete, es gol seguro. Pero la carne es débil: los gritos de la hinchada, el arco enorme de grande, el sueño de ser él quien nos enterrase definitivamente en el oprobio. Mejor amagar, quebrar la cintura, eludir al arquero, estar a punto de pasar a la inmortalidad con un gol definitivo, y recibir una patada asesina en el tobillo izquierdo que lo tumbó como un hachazo.

Pérez cobró de inmediato. El petiso seguía aullando de dolor en el piso, pobre. Pero no me echaron. Tal vez fuese el propio ambiente el que me puso a salvo. En efecto, se respiraba una ominosa atmósfera de asunto concluido. Ellos se abrazaban por adelantado. Su hinchada enfervorizada se regodeaba en el sueño hecho realidad. El gordo Nápoli lloraba aferrado a los alambres. Don Alberto insultaba entre dientes. La verdad es que en ese momento, si me hubiesen ofrecido irme, hubiese agarrado viaje. Intuía ya el grito feroz que iban a proferir cuando convirtieran el penal. Ya me veía tirado en el piso, con esos mugrientos saltando y abrazándose alrededor mío, pateando una vez y otra la pelota contra la red. Me volví a buscar la cara de Don Alberto en medio de los rostros entristecidos. ,Faltan tres», me dijo cuando nuestros ojos por fin se encontraron. Y era como una sentencia inquebrantable. Ahí bajé definitivamente los brazos. Un dos a cero es definitivo cuando faltan tres minutos y uno es visitante. De local vaya y pase, aunque tampoco. ¿Cómo dar vuelta semejante cosa?Me fui a parar a la línea como quien se dirige al cadalso. Lo único que quería ahora era que pasara pronto. Sacarme de una vez por todas a esos energúmenos borrachos en la arrogancia de la victoria.

Y entonces caíste vos. Nunca supe qué habías estado haciendo todo ese tiempo. O tal vez fueron sólo segundos, que a mí me parecieron siglos. Pero lo cier to es que cuando levanté la cabeza te tenía adelante. Me agarraste el cuello del buzo y me lo retorciste. Me zarandeaste de lo lindo, mientras me gritabas: «¡Reaccioná, carajo, reaccioná!». Tu cara metía miedo. Era una mezcla explosiva de bronca y de rencor y de determinación y de certeza. La misma que pusiste ayer en la cama, y que me hizo acordar de todo esto. Me miraste al fondo de los ojos, como para que no me distrajera en el batifondo de los gritos y los cohetes y los consejos de tiráte para acá, arquero, tiráte para el otro lado, pibe. Cuando te aseguraste de que te estaba mirando y escuchando, y teniéndome bien agarrado del cuello me dijiste: «Atajálo, Manuel. Atajálo por lo que más quieras. Si vos lo atajás yo te juro que lo empato. Prometéme que lo atajás, hermanito. Yo te juro que lo empato».

Me encontré diciéndote que sí, que te quedaras tranquilo. Y no por llevarte la corriente, nada de eso. Era como si tu voz hubiese llevado algo adherido, como un perfume a cosa verdadera que apaciguaba al destino y era capaz de enderezarlo. De ahí en más ya fui yo mismo.Cumplí todos los ritos que debe cumplir un arquero en esos casos límite. Iba a patearlo Genaro, el dos de ellos, un tano bruto y macizo que sacaba unos chumbazos impresionantes. Me acerqué a acomodarle la pelota, arguyendo que estaba adelantada. La giré un par de veces y la deposité con gesto casi delicado, en el mismo lugar de donde la había levantado. Pero a Genaro le dejé la inquietante sensación de habérsela engualichado o algo por el estilo. Volvió a adelantarse y a acomodarla a su antojo. De nuevo dejé mi lugar en la línea del arco y repetí el procedimiento. Pero esta vez, y asegurándome de estar de espaldas al árbitro, lo enriquecí con un escupitajo bien cargado, que deposité veloz sobre uno de los gajos negros del balón. Genaro, francamente ofuscado, volvió hasta la pelota, la restregó contra el pasto, y me denunció reiteradas veces al juez Pérez. Sabiéndome al límite de la tolerancia, e intuyendo que el tipo ya iba incubando ganas de asesinarme, volví a acercarme con ademanes grandilocuentes. Invoqué a viva voz mis derechos cercenados, y mientras le tocaba de nuevo la pelota le dije a Genaro, lo suficientemente bajo como para que sólo él me escuchara, que después de errar el penal mi hermano iba a empatarle el partido, que se iba a tener que mudar a La Quiaca de la vergüenza, pero que en agradecimiento yo le prometía que iba a dejar de afilar con su novia. Genaro optó por putearme a los alaridos, como era esperable de cualquier varón honesto y bien nacido. Pérez lo reprendió severamente, y a mí me mandó a la línea del arco con un gesto que va no admitía dilaciones.

En ese momento empezó a rodar el milagro. Me jugué apenas a la izquierda, pero me quedé bien erguido: Genaro le pegaba muy fuerte pero sin inclinar se, y la pelota solía salir más bien alta. Le dio con furia, con ganas de aplastarme, de humillarme hasta el fondo de mi alma irredenta. Tuve un instante de pánico cuando sentí la pelota en la punta de mis guantes: era tal la violencia que traía que no iba a poder evitar que me venciera las manos. De hecho así fue, pero había conseguido cambiarle la trayectoria: después de torcerme las muñecas la pelota se estrelló en el travesaño y picó hacia afuera, a unos veinte centímetros de la línea. Me incorporé justo a tiempo para atraparla, y para que los noventa y cinco kilos de Genaro me aplastaran los huesos, la cabeza, las articulaciones. Pérez cobró el tiro libre y me gritó: «Juegue».

No me detuve a escuchar los gritos de alegría de los nuestros. Me incorporé como pude y te busqué desesperado. Estabas en el medio campo, totalmente libre de marca: ellos volvían desconcertados, como no pudiendo creer que tuvieran todavía que aplazar el grito del triunfo. Te la tiré bastante mal por cierto; pero como andabas inspirado la dominaste con dos movimientos. Levantaste la cabeza y se la tiraste al pibe de Nápoli que corrió como una flecha por la izquierda. Sacó un centro hermoso, bien llovido al área, pero alguno de ellos consiguió revolearla al córner.

Era la última. Pérez ya miraba de reojo su muñeca, con ganas de terminarlo. Fuimos todos a buscar el centro. Lo mío era un acto simbólico. Si me hubiese caído a mí hubiera sido incapaz de cabecear con puntería. Al arco me defendía, pero afuera era una tabla con patas. El centro lo tiró de nuevo Nápoli, pero esta vez le salió más pasado y más abierto, y bajó casi en el vértice del área. Vos estabas de espaldas al arco. El sol ya se había ido, y no se veía bien ni la cancha ni la pelota. Mientras estuvo alta, donde el aire todavía era más claro, la vi pasar encima mío sin esperanza. Cuando te llegó a vos, supongo que debía ser poco más que una sombra sibilante

Parece mentira cómo todos estos años lo tuve olvidado, porque mientras avanzo en el recuerdo los detalles se me agolpan con una vigencia pasmosa. Por que fue justo ahí, mientras yo pensaba sonamos, pasó de largo, ahora la revienta alguno de ellos y Pérez lo termina, fue ahí que el milagro concluyó su ciclo legendario. La camiseta con el cinco en la espalda, las piernas volando acompasadas, la izquierda en alto, después la derecha, la chilena lanzada en el vacío, y la sombra blanquecina cambiando el rumbo, torciendo la historia para siempre, viajando y silbando en una parábola misteriosa, sobrevolando cabezas incrédulas, sorteando con lo justo el manotazo de un arquero horrorizado en la certidumbre de que la bola lo sobraba, de que caía para siempre contra una red vencida por el resto de la eternidad, de que era uno a uno y a cobrar. Y nada más en el recuerdo, porque ya con eso era demasiado, apenas un vestigio de energía para salir corriendo, para treparse al alambrado, para tirarse al piso a llorar de la alegría, para encontrarme con vos en un abrazo mudo y sollozante, para que el gordo Nápoli resucitara la cámara y las fotos para el insectario, y los gestos obscenos, y el grito multiplicado en cien gargantas, y el tumulto feliz en el mediocampo, y la vuelta olímpica lejos del lateral para librarnos de los gargajos.

Ayer a la nochecita, con esa cara de loco y ese puño arrugándome la ropa, me hiciste retroceder veinte años, a cuando vos tenías quince y yo dieciséis, a tu fe ciega y al exacto punto de tu chilena legendaria, heroica, repentina, capaz de torcer los rumbos sellados del destino. Ni vos ni yo tuvimos, ayer, ganas de hablar de aquello. Pero yo sabía que vos sabías que arribos estábamos pensando en lo mismo, recordando lo mismo, confiando en lo mismo. Y nos pusimos a llorar abrazados como dos minas. Y moqueamos un buen rato, hasta que me empujaste y te dejaste caer en la cama, y me dijiste dejáme solo, andá con los demás que van a preocuparse. Y yo te hice caso, porque en la penumbra de la pieza te vi los ojos, llenos de bronca y de rencor, llenos de una furia ciega. Y me quedé tranquilo.

La noche me la pasé en la capilla de la clínica, rezando y cabeceando de sueño pero sin darme por vencido. Recién cuando te llevaron al quirófano me fui hasta la cafetería a tomar un café con leche con medialunas. Me la llevé a Anita, que estaba hecha un trapo, pobrecita. Lógicamente no le dije nada de lo de anoche, porque pensé que con el batuque que debía tener ahora en el balero me iba a sacar rajando si empezaba a desempolvar historias antiguas. A los demás tampoco les dije nada. Los dejé que volvieran con su velorio portátil, esta vez improvisado en la sala de espera del quirófano, a dejar pasar las horas, a consolarla a Anita y a los chicos, a murmurar ensayos de resignación y de entereza.




Ni siquiera dije nada cuando salió Rivas hecho una tromba, cuando la agarró a Anita del brazo y ella lo escuchó llorando pero maravillada, agradecida, incrédula, ni cuando él habló y gesticuló y dejó que se le desordenara el pelo engominado, ni cuando la voz entró a correr entre los presentes, ni cuando empezaron a oírse exclamaciones contenidas y risitas tímidas buscando otras risas cómplices para animarse a tronar en carcajadas y gritos de júbilo, ni cuando Anita me lo trajo a Rivas para que lo oyera de sus labios.
Ahí tampoco dije nada, aunque lloré de lo lindo. Yo lloraba de emoción, es claro. Pero no de sorpresa. No con la sorpresa todavía descreída, todavía tensa y desconfiada de José, de Mirta, de los chicos, de la propia Anita. Yo también, en su lugar, hubiese estado sorprendido. Para ellos este milagro es el primero. Al fin y al cabo, ellos no vivieron aquel partido de epopeya. Y no le dieron la vuelta olímpica al Estudiantil en cancha de ellos, con el gol tuyo de chilena.
Yo?... Gracias a Dios soy del Diablo y Miru tambien

sábado, 11 de octubre de 2008

Una Noche de Bar

Bueno, esto surgio asi, empeze con un pequeño relato de una pelea que se fue complicando, por la furia de sus participantes, tomando color a pelicula hollywoodense, me gusto que el nombre del Bar sea Tijuana, porque le da ese toque de quilombo seguro en esa especie de pueblito mexicano medio despoblado, y por suerte consegui una fotito en la red, que vaya uno a saber donde quedara el barsucho, y para no salirme del tema del blog, lo tuve que relacionar con el futbol, esto es lo que me quedo...

Amanecer en Tijuana...


Sólo yo sé lo que pasó. Nadie más sobrevivió aquella noche y sólo yo sé qué sucedió en el Tijuana. Aparece gente de vez en cuando que dice haber sobrevivido a aquella masacre pero todos ellos mienten. Hablan como si supieran, inventan hechos y personajes, nombres de víctimas y culpables, se atribuyen actos de heroísmo y cuentan versiones con tanta pasión que algunos de sus ocasionales oyentes pueden llegar a creerles. Pero no, nada de lo que dicen es lo que realmente sucedió. Todas las historias que cuentan por ahí sobre aquella noche en el Tijuana, y no son pocas, suelen mencionar al Loco Garrido como el responsable directo de esa gran matanza. Y todas, todas las historias que he oído, sin olvidarme de ninguna, se equivocan. El Loco Garrido estuvo allí, nadie lo puede negar. Pero el Loco fue uno de los primeros en morir, apenas empezó la masacre y casi sin entender bien qué era lo que pasaba. Su cuerpo tenía tres disparos, uno de pistola en su cabeza y dos escopetazos en la espalda. La sangre que brotó de su frente cuando fue asesinado a quemarropa inmediatamente se mezcló con las lágrimas que lloró, unos segundos antes, pidiendo clemencia. Luego, uno de sus propios hombres al verlo muerto y tirado en el piso como un trapo viejo, le disparó los dos escopetazos de la espalda al tiempo que reía a carcajadas. Otros dos se acercaron al cadáver bien muerto de El Loco Garrido, uno le dio una patada en su rostro que pareció dibujarle una sonrisa. El segundo lo meó. Sí, es cierto, lo meó. Con una meada tan larga que recorrió el cuerpo de El Loco haciendo dibujos con su meo. Se ensañó con lo que quedaba del rostro de Garrido, pasó por la boca y los ojos tiesos hasta llegar a una de las orejas donde descargó las pocas gotas que le quedaban. Pobrecito Garrido. No le perdonaron nada.

Pero no fue él quien peor la pasó. Todos, excepto yo, sufrieron lo suyo. El primero en morir fue Altuna. Cuando comenzó la discusión y algunos se paraban preparándose para la gran pelea, Altuna quiso calmar a las fieras. Apenas alcanzó a ponerse de pie cuando recibió un botellazo que le partió media oreja. Eso no fue lo que lo mató, fue la caída. Su cabeza dio contra la base de una de las enormes columnas del Tijuana. Y Altuna no se movió más. Por un segundo todos se callaron hasta que el Trucho Santana se puso como loco al darse cuenta que su compañero de toda la vida estaba muerto. Santana rompió el silencio con un alarido que parecía no terminar nunca. Empezó a girar, una y mil vueltas mientras disparaba sus dos revólveres sin importarle a quién reventaba y a quién no. Al menos cuatro tipos mató y otros dos resultaron heridos pero nada calmaba la locura del Trucho Santana. De una esquina del salón saltó el Gordo Gentile llevando una mesa como escudo. Con mesa y todo se tiró encima del Trucho. Los ciento veinte kilos del gordo cayeron sobre Santana, rompiendo la mesa en unos cuantos pedazos y dejándolo medio tonto. El Gordo se arrodilló sobre el pecho del Trucho, lo cazó de los pelos y empezó a golpearle la cabeza contra el piso. Recién cuando vio que en sus manos había sangre entendió que ya lo había matado hacía rato. Se incorporó, se restregó las manos en su camisa, incómodo con el pegote de los pelos del Trucho Santana entre sus dedos y salió corriendo hacia el baño del Tijuana para quién sabe qué.A esta altura todo era un caos, había más cadáveres que gente viva. Los mellizos Cortina se medían a punta de cuchillo. Carlitos, el más petiso de los dos, corría a su hermano Adolfo por detrás de la barra del bar. Cuando Adolfo se vio encerrado no le quedó otra que enfrentar a Carlitos. Los dos se miraron sin pestañear. Todos los que conocíamos a la familia Cortina sabíamos que el enfrentamiento entre los hermanos, tarde o temprano iba a llegar. Ambos se odiaban. Y la culpa, dicen, la tiene la madre. Carlitos aparecía más agazapado que Adolfo pero los dos estaban muy alertas a los movimientos del otro. A ninguno de los mellizos los distrajo el grito que pegó el Negro Galván cuando el Tute García lo despachó de un solo tiro en medio del pecho. Carlitos tiró el primer puntazo pero su hermano pudo esquivarlo sin problemas. Los dos sudaban y mucho. Los ojos de Adolfo estaban tan rojos que parecían a punto de explotar. Carlitos tiró el segundo puntazo, Adolfo lo bajó con la mano izquierda y le clavó un cuchillazo en la panza que casi lo pasa de lado a lado. Carlitos se aferró a su hermano, lo miró a los ojos y algo quiso decirle pero sólo pudo vomitarle sangre. Adolfo lo dejó caer manteniendo el cuchillo firme y le abrió un nuevo tajo hasta los pulmones. Recién ahí lo largó. Adolfo avanzó un par de pasos, cuando se dio vuelta para ver a su hermano, un escopetazo le partió la cabeza. Estoy seguro de dos cosas: la primera es que Carlitos tuvo unos segundos más de vida para disfrutar viendo cómo su hermano moría primero, y la segunda cosa que puedo asegurar es que Adolfo ni supo que fui yo quien le disparó el escopetazo. ¿El motivo? Ya no había motivos a esa altura de la noche. Era tal el quilombo que el que no mataba, moría.

Con un estruendo cayó el Gordo Gentile por las escaleras que bajaban de los baños. Su enorme cuerpo quedó en una posición casi ridícula. Más atrás apareció el Chino García, el primo del Tute, con una pistola aún humeante. El hijo de puta cruzó casi todo el salón sin recibir un solo rasguño, agarró del cuello, tratando de arrancarle la garganta, al tipo que había meado al pobre Garrido. El tipo manoteaba el aire sin lograr zafarse del Chino, Y cuando el Chino se cansó de hacer fuerza, le clavó la pistola caliente en medio de los bolas y le pegó tres tiros en los huevos que nos dolieron a los pocos tipos que vimos lo que pasaba. El Chino buscó otra víctima. Revisó un par de cadáveres hasta que encontró al Tute con una gran cuchilla clavada en medio del cuello. Levantó la vista y éramos muy pocos los que quedábamos vivos: un tal López, hombre de El Loco Garrido; un flaco alto y pelilargo que había empezado a trabajar de mozo la semana pasada; el Beto Beltrame, compañero mío de la primaria y yo. Todos los demás que habían estado esa noche en el Tijuana ya estaban muertos. Nunca me puse a contarlos pero supongo que eran más de veinte. López y el flaco estaban trenzados en plena lucha sobre los restos de una mesa; el Beto Beltrame se ocupaba de vaciarle los bolsillos a todos los muertos que estaban a su alrededor. Por lo tanto cuando el Chino levantó la vista al que primero descubrió fue a mí. Yo estaba del otro lado del salón, parado, como esperando un nuevo contrincante. Tenía la escopeta agarrada por el caño, hacía rato que me había quedado sin cartuchos y la usaba como bate de béisbol o cómo podía. Antes, un rato antes, le había dado un culatazo a Domingo, el dueño del Tijuana, que del golpe le saqué el ojo izquierdo. Cuando cayó de rodillas, delante mío, le clavé un puntinazo bajo el mentón que le hizo sacudir la cabeza y se escuchó cómo se le quebraban las vértebras de la nuca. Pero ahora el que se me venía encima era el Chino García. Avanzaba como un toro levantando su pistola decidido a descargarme todos los tiros que pudiera. El cagazo que me pegué fue tan grande que tardé un par de segundos en darme cuenta que el Chino apretaba el gatillo pero ya no tenía balas. Me preparé para recibir su embestida con el culatazo más fuerte que pude preparar. El Chino aceleró los últimos dos metros con la intención de voltearme pero la suerte estuvo de mi lado. Se pegó una patinada en un charco de sangre que voló por el aire hasta caer justo frente a mí. Salté sobre el Chino y le pegué de lleno, en el rostro. Unos cuantos dientes que volaron de la boca del Chino cayeron cerca de donde el mozo flaco terminaba de acogotar a López. Le di un revés con tanta fuerza que juro me dolieron las manos. De la cabeza del Chino brotaba mucha sangre y se mezclaba con los otros charcos que inundaban el salón del Tijuana.

El alarido del Beto Beltrame inundó el lugar. Fui en su ayuda lo más pronto que pude pero llegué tarde. Lo encontré en el piso con un puñal clavado en el corazón. Sobre su cuerpo estaba el mozo flaco arrancándole con los dientes parte de una de las orejas del pobre Betito. Este pendejo maldito se creía Tyson. Le manoteé la melena y lo empecé a arrastrar por el bar. El muy puto trató de agarrarse de lo que le pasaba cerca pero lo revoleaba con tanta violencia que sus intentos no le sirvieron de nada. Pataleaba y tiraba manotazos. Lo llevé hasta el espejo grande que había detrás de las escaleras, lo levanté y lo arroje contra el espejo. Cuando cayó, agarré un trozo grande del espejo y le rebané la garganta. El flaco se movió un poco, desprolijo, como una gallina mal matada. Su cuerpo habrá dado cuatro o cinco saltitos hasta que no se movió más.Miré a mi alrededor y ya nadie quedaba con vida. El único sonido era el del televisor, ese sonido horrible de un televisor sin señal. De un botellazo hice explotar la pantalla. Un polvito blanco, como un talco y algunas pocas chispas, cayeron sobre el cadáver de Altuna. Me asomé a la puerta del Tijuana, ya estaba amaneciendo y me alejé despacio, con mucho esfuerzo. Las piernas empezaban a temblarme.

Nunca más volví al Tijuana. Ni siquiera pienso hacerlo en un futuro. Ese lugar no es lo que era. Doña Alicia, la viuda de Domingo, ya no deja que nadie prenda el televisor si hay un partido de fútbol.

Yo?...Gracias a Dios soy del Diablo...y Miru Tambien

sábado, 27 de septiembre de 2008

Violencia en el Futbol...

El fútbol, el deporte más popular en la Argentina, tiene un costado triste. Más de 200 personas muertas (más que en la tragedia de Cromañon), miles de personas heridas, con secuelas permanentes y otros miles con daños de otra naturaleza, es el saldo de la violencia en el fútbol argentino. Los violentos, se escudan en lo que se da en llamar “la barrabrava”, grupo de choque, que es sostenido o tolerado por los dirigentes, los jugadores o el mundo de la política. Es opinión casi unánime, que los dirigentes futbolísticos, por acción u omisión, son uno de los grandes responsables de la violencia del fútbol, ya que la mayoría de las instituciones deportivas, están habitadas por hinchas "profesionales", es decir que viven de su "trabajo" de hinchas. Algunas veces, la policía con su accionar, también es generadora de violencia en el fútbol, sin olvidar a los políticos y/o funcionarios que utilizan los violentos para llegar o sostenerse en el poder. Los que creemos que esta situación puede cambiar y que existe una luz de esperanza, tenemos la obligación de pensar la política de la esperanza en el fútbol y la forma de cambiar esta realidad violenta... ¿Este chiquitin sera aprendiz de barra? jeje buenisima la foto...

Ahora vamos con un cuentito, para que se vea que como decia la violencia, no solo pasa por fuera, sin que tambien desde adentro, los jugadores, con declaraciones, gestos y otras cositan hechan leña al fuego...

Igualito a Beckam...

El guacho era igualito a Beckham. No digo como jugador, para nada. Un queso con la pelota. Era igualito de jeta, de facha, nada más.

¿Cómo fue que cayeron de gira esos nabos a nuestro club? La verdad que nunca me enteré bien si los invitamos nosotros o se ofrecieron ellos. Supongo que fue idea del Rengo Dilorenzo, el más entusiasmado con el asunto. Ahora digo, ¿cómo no se le ocurrió organizar algo con un equipo brasilero, mexicano, o colombiano? Gente que juega al fútbol al menos. Si quería hacerse el raro o el moderno hubiera buscado un equipo holandés, pero no estos yankies rubiecitos que no saben lo que es una rabona ni nada que valga la pena.

Se armó flor de revuelo con la llegada de estos pibes. Unos días antes pintaron el club (las partes más visibles), arreglaron de una vez por todas la caldera del vestuario visitante y hasta organizaron un comité de bienvenida que los fue a recibir a Ezeiza: diez giles que seleccionó el propio Rengo entre los pocos que sabían tres o cuatro palabritas en inglés. Digo giles porque el Ronco los hacía quedar después de entrenamiento como una hora practicando el idioma con la vieja de Ale que casi fue maestra de inglés.

Cuando llegaron los yankies no hablaban nada en español. Bueno, sí, una palabra: “gracias”. Era lo único que sabían. Después cuando se fueron ya habían aprendido unas cuantas y entre esas aprendieron, las infaltables, las básicas: “boludo”, “pelotudo”, “concha tu hermana”; que lo decían así, todo junto: “conchatuhermana”, como si fuera una sola palabra. Los guasos les enseñaron lo peor y se cagaban de la risa de la forma en que hablaban. Ellos eran treinta, más o menos, trajeron gente para jugar contra la quinta y contra nosotros, la cuarta. Eran de Boston, Masa no sé cuanto y seguro que todos estaban cagados en guita. Ojo que no eran ningunos boludos, al contrario, algunos eran muy rápidos. Y el más rápido era el que le decíamos “Beckham”. El chabón, feliz con el apodo.

Hubo bastante gente para ver los dos primeros partidos. Arrancó la quinta ganando 2 a 0, tranquilos, y la rematamos nosotros con un 3 a 2 mentiroso. Mentiroso porque tenía que haber sido 5 a 0 mínimo pero el réferi alcahuete que nos pusieron nos anulo un par de jugadas de esas que son gol aunque te salgan más o menos y de yapa le regaló dos penales a los yankies que no existieron. En el primero cobró agarrón de Juancito Greco que sólo vio él y en el otro me cobró falta a mí sobre Beckham cuando juro que nunca saqué tan limpia una pelota. Para colmo lo pateó el puto ese de Beckham y lo gritó como si fuera la final del mundo.

Eso fue el viernes, el sábado hubo actividades de entrenamiento compartido, muy livianito, por la noche un baile en el club y el domingo la revancha. Y así fue, justamente, la revancha. Porque lo busqué todo el partido y el marica se me escapaba. El área nuestra no la pisaba ni de milagro y cuando yo subía a cabecear algún corner, él se paraba de contra o esperando el rebote. Alguna iba a tener, pensaba tratando de mantener la calma, y ahí vino. Cuando el réferi marcó la falta, a unos 6 metros del área grande, salí disparado, decidido a patear el tiro libre. Pobre Rusito no entendía nada cuando le manoteé la pelota. Se quedó medio mudo, lo aparté con el brazo y no le quedó otra chance que salirse, que dejarme el tiro libre. Acomodé la pelota, retrocedí unos cuatro pasos, los suficientes. Recién ahí levanté la mirada. Todos hubieran mirado el arco, yo no, yo quería asegurarme que Beckham todavía formaba parte de la barrera, que estaba ahí. Lo miré. Ya no tenía la sonrisa de ayer a la noche en el baile cuando todas las minitas revoloteaban a su alrededor, cuando todas le decían lo lindo que era, cuando lo encontré apretándose a Yamila, el ángel más lindo del club, tratando de meterle manos por aquí y por allá. Ahora con esas manos se protegía las bolas, se equivocó. El puntinazo me salió fuerte, muy fuerte, como esos balinazos del Rolfi Montenegro: fulminante. Todo el tiempo tuve mis ojos puestos sobre el rostro de Beckham, sobre esa linda carita. Pude ver cómo se transformaba mientras se daba cuenta de la dirección y el destino de la pelota. Pude ver su pánico en el instante antes de recibir de lleno el pelotazo en medio de la jeta, un pelotazo seco, duro, inolvidable. ¿Igualito a Beckham dije?. Ya no.

Yo?...Gracias a Dios soy del Diablo y Miru Tambien

jueves, 11 de septiembre de 2008

En el nombre del Gol...

Una vez mas un pequeño receso sin futbol, asi que en esta nueva incursion, y no habiendo mucho que comentar de nuestros primos, por primera vez este blog, desviara su atencion de la gente Rosa y Celeste, proponiendo un cuentito, no sin salirnos del tema futbolero que tanto nos apasiona (Reconozco que esto de escribir de otras cuestiones, en principio es una inciativa de un blog, el cual azarosamente visite, si el tuyo Ferip, y a proposito tambien muy contento de conocer alguien hincha de Velez, ya que tenia entendido que no eran muchos...jeje "5 gatos dijo un amigo" pero en fin, si resulta agradable hare un blog paralelo, entiendase otro aparte de este, y no otro para gente lela, entiendase bien...Ferip...un abrazo infernal, con picture y todo)

Cumplida dedicatoria personal, vamos al plano general esto va a todos aquellos que alguna vez patearon alguna pelota con la ilusion de hacer un gol...

Ese Gol...Dios mio que Gol...

Los sueños, de tanto insistir, se hacen realidad, y eso se sabe.

La pelota venia bombeada y yo, parado como siempre de nueve, pero esos nueves que bajan, no se crea que me quedaba pegadito al área como un pescador, no, yo bajaba y armaba el juego “jugaba y hacía jugar”, la pelota venía bombeada le decía, creo que había rebotado en mi profesor de historia en un despeje, saqué un fulbo de chilena que si se lo cuento no me cree, y menos aun me creería si le digo en que parte del arco entró el cuero. Además, para ganarme su reputación de mentiroso, yo soy de esos zurdos que quién sabe por qué las chilenas y las rabonas las hacen con la derecha, a veces pienso que es porque con una pierna nos basta y nos sobra, la derecha la tenemos para poder correr a la par de los demás, aunque ni eso. Le decía que la bocha se clavó en un ángulo inatajable para cualquiera que se encontrara defendiendo los tres palos, inclusive para mi profesora de matemáticas. La reputa madre, el Gol se lo hice a mi profesora de matemáticas, ¿usted puede creerlo? A mí me chupó un huevo, yo lo grité.

El partido se dio por terminado en ese instante, porque teníamos que hacer un ejercicio de integración de grupo o alguna boludez por el estilo, era lo lógico, después de eso no había más que hacer futbolísticamente hablando, no había nada más para ver, “se acabó lo función” pensé.Nadie me dijo nada, nadie hizo un comentario, ni siquiera Pic, como jugaba mi compañero de banco, un 5 de esos, para qué le voy a mentir. Es el día de hoy que sostengo que esa falta de comentario fue porque atajaba la puta esta de matemáticas, si estaba en el arco alguien con pito, todos me lo hubieran reconocido, y uno a veces hace las cosas para que se las reconozcan, para levantarse más minas, no me venga ahora a decir que no, de todas maneras le digo, que cuando la bocha venía bombeada, lo que menos pensé fue en ella, simplemente fue ese impulso que tenemos los buenos jugadores del balompié.Yo interiormente sabía, y es el día de hoy que sé, que si en el arco estaba quien usted o Dios quiera poner, la masa de aire entraba igual, o mejor aun, porque los arqueros, los de a de veras digo, cuando saben que no llegan se tiran igual para que los compañeros no lo puteen, y le dan ese show a la jugada. Eso le faltó al mío, un poco de show, una volada, un “algo más”. Pero no, la de matemáticas sólo me desmereció diciéndome que le había pegado muy fuerte. Ni idea tenía, no sabía las cosas que se me cruzaron en ese momento, además yo pensaba que cómo me podía decir eso si la caze a 17 metros del arco.

Al retirarnos pasé por la cancha y me quedé sentado al borde, había unos chicos jugando y bastante bien creo, pero yo me quedé mirando e imaginando mi Gol, pensaba que tendría que haber una palabra en el diccionario que defina lo que hice, porque Gol le quedaba chico, una cosa es un Gol y otra fue lo que hice, son dos cosas totalmente distintas, la única, e injusta similitud, es que suman lo mismo, y eso, señores que hacen el reglamento, sépanlo, esta muy mal.

Pero le decía que me paré al borde de la cancha y quería saber cómo había sido, ¿cómo podía haberlo hecho y ni siquiera verlo? Qué injusto que es vivir en cámara subjetiva, uno se cuida, se mira al espejo actuando entre los demás, y cuando llega el momento no puede verse.Fue media hora para reconstruir 1 segundo, quizá 2, “no puedo, no se puede” me dije, me paré y conté los 17 metros que separaban el lugar del hecho al del arco y me fui a casa, pagué 2 boletos, uno para mí y otro para mi orgullo, que seguramente tendría que haber pagado exceso de equipaje.
Desde ese día tengo la costumbre de hacer ese ejercicio antes de jugar, ese de mirar la cancha y verme ahí. Trato de evitarlo, le juro, pero tengo sueños y no puedo con ellos. Muy pocos fueron los días que tuve la necesidad-obligación de mirar después del juego, muy pocos, pero muy pocos. Tengo horas y pasión por la pelota, pero un Gol como ese día, nunca más, lindos e importantes si, pero no como aquel. Y no me diga que las cámaras, la tecnología y esas boludeces, por favor, las cámaras no graban las sensaciones, y mucho menos logran reproducir los sueños.

Pienso que ese Gol fue lo peor que me pudo haber pasado, me obligo a tener la necesidad de verme, pasa que no sólo me quiero ver en una cancha de fútbol, me quiero ver amar, trabajar, caminar y hasta comprar pan para ver de qué manera seduzco a la del súper que está bastante buena, pero al igual que en mis sueños, la subjetitividad de las cosas me persigue. Pienso que ese Gol fue lo peor que me pudo haber pasado, le decía, porque hasta me quitó las ganas de jugar al fútbol, porque un Gol como ese día, nunca más.

Y diga usted que se lo hice a mi profesora de matemáticas.

Yo?...Gracias a Dios soy del Diablo...y Miru Tambien

martes, 2 de septiembre de 2008

El minuto a minuto de AAAJ, vs ex Racing Club


Bienvenidos a otra edición del Minuto a Minuto Académico. Al Igual que Racing con todos los acreedores que tiene, esta vez Argentinos Jrs sabrá lo que es enfrentarse a una empresa. Antes de pasar al relato propiamente dicho y no sin antes recomendarles que no intenten esto en sus casas, repasemos a los protagonistas que defenderán el uniforme celeste y rosa:

Deformación de Racing ex club:
En el arco Vuelve Martínez Gullota, quien ya era deforme antes de la conmoción cerebral que lo marginó del clásico.

En la defensa contará con Franco Sosa, quien ya tendría solucionada su continuidad en el departamento que alquila. Franco Peppino está dispuesto a demostrar por qué lo compraron, cosa que nos tiene intrigados a todos. Gabriel “Jirafita” Mercado pondrá todo de sí salvo su cuello, que parece que una vez lo puso y no se lo devolvieron. Completando la defensa estará José Schaffer, quien pretenderá hacernos creer que es jugador de fútbol.

En el mediocampo no estará Minimiliano Moralez, ya que el pasto está un poco alto y a él le llega a las rodillas. Sí estará Lihué Prichoda, que parece que es cierto que hay un jugador que se llama así en Racing. Franco Zuculini tratará de cambiar los insultos que recibió hasta ahora, y seguramente tratará de cambiarlos por dinero, porque parece que la malaria da para largo en la Academia. Claudio Yacob será el capitán de esta manada. Adrián Lucero seguramente tratará de hacerse patrón del medio… del medio pelo que es este equipo.

En la delantera estará Leandro González… que es una incógnita. Y también estará Pablo”Batigol” Lugüercio, quien ya ha despejado todas las dudas que se tenían de él en el clásico.
Dirigiendo a estos verdaderos Locos Addams del fútbol estará “Tío Lucas” Llop.
Por el lado de Argentinos Jrs… ¿a quién le importa quien jugará? Dudo que les interese a los hinchas, así que menos a nosotros. Entonces…

Primer Round:

00′:Empieza el partido y Racing se siente local en el ‘Diego Armando Maradona’. Y claro, fueron 3.000 hinchas.
03′: “Batigol” Lugüercio le pega directo… al lateral.
05: Zuculini demuestra por qué siempre fue el reemplazante de Bastía: acaba de revolear por el aire a un rival.
09′: Mercado pone en aprietos a la defensa… de Racing.
12′: Schaffer mete un preciso pase en profundidad para ‘Pinturas Venier’.
15′: El arquero de AAAJ hace honor a las siglas y da un rebote que González convierte en gol. 1 a 0 para Racing.
18′: Para Racing ‘La mejor defensa es el ataque’. El ataque de Argentinos Jrs.
21′: Todos pegan, se hace duro el partido. El único que no pega es “Batigol” Lugüercio, que no le pega ni a la pelota.
25′: Racing y Argentinos Jrs son al fútbol lo que Martínez Gullota a la belleza masculina.
29′:“Batigol” Lugüercio debe pensar que la línea lateral es un compañero, porque ya le dio varios pases… y como siga así, la línea lateral terminará haciendo un gol antes que él.
33′: Es curioso, pero en Racing hay varios Francos: Franco Sosa, Franco Zuculini, Franco Peppino… el fútbol de franco…
40′:Yo que los hinchas de Racing en este momento me ilusionaría con ganar el campeonato… qué se yo… por ahí no tengan otra oportunidad.
45′: Pavlovich le pegó a Yacob sin pelota… y está bien, si va a esperar a que alguno de Racing tenga la pelota para pegarle se le va a terminar el partido sin golpear a nadie.

Entretiempo:
Mientras espero que se reinicie el combate me entretengo leyendo el N° 2 del diario ‘Lalín’, con todas las novedades sobre el ex Racing Club:

Segundo Round:

00′: Mueve “Batigol” Lugüercio para González… creo que es el primer pase bien que da.
04′: Yacob acaba de pegar un codazo. Por como está jugando, convendría que se hubiera pegado un faltazo.
07′: “Batigol” Lugüercio hace lo que sabe: morfarse goles increíbles.
09′: Alejandro Fabbri, al hablar de una simulación de Schaffer: “La deslealtad prima sobre el fútbol”. Y bueh Ale… es Racing, no el Manchester.
11′: Mercado lo agarra del cuello a Sabia ¿mala intención o envidia?.
15′: En Argentinos sale Sabia y entra el ‘Rengo’ Díaz. Parece que la idea de Gorosito es pegarle más al arco y menos a los rivales.
18′: En Racing sale Prichoda y entra Wagner. La idea de Llop es pegarle más a los rivales y menos al arco. El gran compositor alemán ya se ganó una amarilla.
23′: Si los de Racing siguen rechazando a la estratósfera van a terminar bajando alguno de los cohetes del ex presidente Mendez.
25′: Van varias salvadas al hilo en el arco de Racing. ¿La defensa? Bien… gracias.
27′: Como el partido siga así no creo que terminen los 11 de cada equipo. O no enteros.
30′:Racing defiende con todos sus jugadores, está todo el tiempo en su campo, ataca esporádicamente y sin muchas ganas… ¿no vi esto yo antes? Solo falta que Argentinos le empate o gane en el final… jeje.
34′: El árbitro del partido deja pegar más que los de 100% Lucha.
38′:¿No convendría que “Batigol” Lugüercio tuviera una cámara de fotos? Digo… ya que está dentro de la cancha podría ser aprovechado para algo.
44′: El árbitro adicionará 5′ más… no se si es porque le gusta el partido o porque sospecha que no volverá a dirigir.
48′: Si los de Racing festejaron como festejaron el empate la fecha pasada, no me quiero imaginar lo que harán si terminan ganando hoy ¿habrá fuegos artificiales?.
50′: Si este domingo pasa el cometa Halley tipo 22 horas… yo diría que se lo pierdan y vean la victoria de Racing en Fútbol De Primera… qué se yo… el cometa dentro de 75 años pasará otra vez...

Yo?...Gracias Dios soy del Diablo y Miru tambien

jueves, 28 de agosto de 2008

Juan Roman Riquelme

El Regreso del Capitan Frio


Con miras de sumar este blog, a los festejos de la medalla dorada obtenida en Beijing 2008, en materia futbolera, es que nos hicimos presente en el Aeropuerto de Ezeiza a la llegada de los jugadores, y cuerpo tecnico, y una vez en el lugar dimos cuenta que los jugadores habian ido cada uno a su destino europeo, solamente observamos a la yudoka que ni se el nombre y ya la esperaba una gran masa de familiares y amigos, asi como una fiesta de quince... si, si, tal cual, eran como quince, y de manera mas cansina, mas lenta, bajo del avion, la gran figura, de la Seleccion Argentina, si...,el checho Batista a quien se le fueron todos los perdiodistas al humo, y si, detras de este con su alegria que lo caracteriza descendio Juan Roman Riquelme, asi que decidímos poner toda la carne al frezzer… perdón, al asador, y conseguir testimonios de primera mano. Sí, de los propios protagonistas. Estas fueron las palabras del mismo J.R., en esta entrevista exclusiva:

Papademiru: Román, tengo entendido que un tramo de una calle llevaría tu nombre, como se hizo con Bochini recientemente ¿qué me podés contar sobre eso?.
Riquelme: Sí, tal cual, quieren ponerle mi nombre al tramo de la calle Araujo que va del 950 al 960.

Papademiru: es un tramo bastante corto…¿está tu casa ahí?.
Riquelme: No, el frigorífico San Carlos.

Papademiru: ¿Y cómo recibiste eso?¿te gusta que te reconozcan así?.
Riquelme: La verdad que la noticia me amargó.

Papademiru: ¿te pareció una falta de respeto?¿algo de mal gusto?.
Riquelme: No, al contrario, me encantó, pero estar continuamente amargado es mi estado natural.

Papademiru: Ah, está bien. ¿Estos reconocimientos no te hacen pensar que estás a la altura de un Maradona, un Alonso o un Bochini?.
Riquelme: Rescato y he tomado cosas de todos. De Maradona me gusta que se olvidó de Argentinos Jrs. sin culpas, algo que me marcó un camino en cuanto a actitud, lo mismo le pasó al “Pocho” Insúa. De Alonso rescato su llanto, siempre me gustó eso, me apenaba mucho. De Bochini, me identifico mucho con su forma de jugar, aunque yo soy más frío.

Papademiru: Sin dudas, coincido. ¿Qué nos podés decir de la Copa América?¿qué pensás que falló?.
Riquelme: La elección de Venezuela como sede me era desfavorable, hace mucho calor ahí, eso atenta contra mi juego. Ya el hecho de ver palmeras me da urticaria. Más o menos la fui piloteando, pero contra Brasil ya fue mucho.

Papademiru: ¿Intimida jugar contra los brasileños?.
Riquelme: Sí, seguro. Pensar que esos jugadores vienen de un país tan cálido, que juegan descalzos en las arenas de las playas, con tanto sol, que juegan sonriendo… me predispone mal a la hora de jugar.

Papademiru: Me imagino.
Riquelme: Traté de no pensar en esas cosas, de mantener la cabeza fría, pero no hubo caso. Ellos sonríen siempre. Festejan los goles abrazándose… eso eleva la temperatura corporal, lo sabrás, por eso yo nunca festejo así. Prefiero ir hacia un costado del campo y hacer el gesto de las orejeras (hace su clásico gesto de ponerse ambas manos abiertas detrás de las orejas).

Papademiru: Ah… pensé que lo hacías por el Topo Giggio o algo así…
Riquelme: ¿Qué tengo que ver con el Topo Giggio? Nooo, hago así porque me imagino que hace mucho frío y como que necesito sacarme las orejeras para escuchar al público gritar el gol.

Papademiru: Bueno Román, ha sido un gusto. ¿algo más que quieras agregar?.
Riquelme: Sí, que los hinchas de Boca se ilusionen, vaticinan mucho frío para esta primavera y eso seguramente favorecerá mi juego.

¿Yo?… gracias a Dios soy del Diablo y Miru tambien.-

sábado, 23 de agosto de 2008

Lo que viene....Lo que viene....

La suma de todos los miedos

Se avisoran tiempos negros para Racing : Abandonaron en el torneo de invierno, pero ahora van a tener que jugar el clásico, un rato aunque sea . El promedio no les da descanso. No llegó el transfer de Peppino (esto sería malo, quizás). Los refuerzos son un chiste, perdieron los dos primeros partidos… el hincha académico está desorientado con esta realidad (no es para menos). Pero el órgano fiduciario ya tiene la solución : un diario que mantenga a toda la parcialidad Rosa y Celeste informada sobre el parque de diversiones en que se convirtió Racing. Sí, se viene:

Pero pasemos a…
La suma de todos los miedos.
¿Por qué ese título… acaso… ¿tienen miedo?…
Sí. Tienen miedo. Siempre.


Los jugadores de Racing tienen miedo, a todo: Al promedio, a que les hagan un gol, a que no les paguen, a perder, a no jugar… pero a lo que más le tienen miedo es a jugar, sí, y peor si lo tienen que hacer contra Independiente .

Sino vean a Moralito: En los clásicos que jugó… ¿jugó?. Y en los que no jugó… mmmhhh… el clásico anterior no jugó porque había llegado a la 5° amarilla… claaaaro, cuando se dió cuenta ’se quiso morir’. Sí, seguro. Y yo me chupo el dedo.



El otro día, contra Huracán (equipo al que le tenían miedo) Moralito no estaba amonestado ni venía arrastrando amarillas. Peeero… de repente, metió un desacostumbrado e injustificado planchazo a un rival.
Semejante planchazo debió haber sido duramente castigado por el árbitro. Y así fue: solo le sacó a Moralez tarjeta amarilla y le propinó el peor castigo: Va a poder jugar el clásico.


Los dirigentes también sufren de vértigo en la cola, y como en el caso anterior, más si se trata de Independiente: “Racing no puede presentar un equipo para pasar un papelón en el clásico”. Este fue el justificativo de Héctor García Cuerva para bajarse del torneo de invierno. Y eso que solo era un torneo de invierno.

Los técnicos, los periodistas de Racing… todos, absolutamente todos, siempre, tienen miedo.
¿Y la hinchada? bueno, si hablamos de temores, la hinchada académica hace escuela . Justamente el miedo a pasar un papelón hizo que abandonaran en los clásicos, que hicieran suspender partidos… hasta en la B sucedió esto (no contra Independiente, obvio, que nunca descendió).


Los hinchas tienen miedoa que les hagan desaparecer los restos de su club, tienen miedo a que los carguen, a que Nike vista al Rojo, a descender a la B… todo, todo les da pavor, angustia. Ni hablar, claro… de perder el clásico...

¿Y saben una cosa? yo también tengo miedo. Mucho miedo.
Tengo miedo que abandonen otra vez.
De otra cosa no tengo miedo, porque... Yo gracias a dios soy del Diablo, y Miru tambien.

domingo, 10 de agosto de 2008

Llorar como Bailarina Sentenciada

Es es el sentimiento que padecen nuestros pollos, en estos momentos, pero bue, a no desanimarse que se puede cambiar, de club cuando quieran, por ahi los van a cargar un tiempo, pero no toda la vida, je asi que..... en fin vayamos a lo que nos ocupa y es que haciendo memoria, gracias a un segmento de television por cable, donde se observaba en una de sus grandes emisiones al Sr. Roberto Galan, y en un humilde homenaje al mismo, titularemos esta triste historia

Yo me quiero matar..., y Ud?




Digan la verdad, si mas de uno lo penso, sin este sujeto, quizas habria un morlaco mas para comprar algun jugadorcito mas..., pero yerba mala nunca muere, y lo que es peor nunca se mata.

Como les decia recien del programita de Galan, existe una obra en capital, titulada “Yo me quiero matar… ¿y usted?”, (como al art. del blog jajaja), en la obra cumple un rol fundamental Maximiliano Lobo, un muchacho que resultó ser sobrino del dirigente Guillermo Francella.
¿Cómo?¿Que el tal Francella no es dirigente, sino actor?… ah… no sabía, pensé que era dirigente, ya que lo conozco de esta encuesta en fororacing.com.ar, realizada hace poco:



Bueno, la cuestión es que este ex club, famoso por sus logros internacionales similares a los de River Plate; San Lorenzo, etc


Donde sus hinchas saben atesorar sus máximas conquistas con la seriedad de los grandes, ni moral queda cinco mangos el video del campeon...creo que ahora estan las finales de la promocion jeje en VCD


Que tiene ídolos que son el orgullo de sus aficionados:




Ídolos queribles, pobre criatura...





Ídolos y equipos que saben brindar espectáculo:




Y que sabe cómo festejar CON ALEGRÍA esos logros y a esos ídolos



Bueno, como decía… este ex club que ahora (y por mucho tiempo más, parece) es gerenciado por una empresa, pese a su innegable capacidad de generar hechos destacables por lo bueno (estoy en condiciones de afirmar que algo bueno han hecho…habrían hecho, quiero decir: supongo que han hecho) realiza algunas cosas muy poco dignas de un club gigante del fútbol, de un gigante del fútbol argentino, de un club argentino, de un club de barrio… bueno, en fin, algunas de las cosas que hace quedan feas hasta si las hace una sociedad de fomento… y hasta me atrevo a decir que se las censuraríamos al almacenero del barrio… ¿Qué cosas?. Bueno… miren esta promo:



Ahora bien, digo yo… el “amargo” que le grita un gol al televisor puede argumentar que no había más entradas, porque lo que muestra el televisor es una imagen de la Doble Visera a tope de gente, en plena fiesta… ¿no hubiese sido más inteligente poner una imagen del estadio de Independiente con poca concurrencia?. Igualmente el mensaje en este caso funciona como un boomerang, ya que ahora que compartimos estadio, se ha hecho muy notorio quién es el que se queda a ver el partido en casita.
Otro hecho que podemos destacar (y que los de Racing preferirían que no) es el de la mascota: un concurso que duró meses para elegir un dibujo pedorro (ay! lo que deben haber sido los que perdieron!!), y varios meses para elegirle un nombre!!!… alguno dirá “Bueno, no es cuestión de llamarlo de cualquier manera”. Y no… pero lo bautizaron “Académico”… digo yo… ¿fue necesario un año para esto?. Como será de aberrante la mascota que hasta en la página oficial del club cometen un acto fallido realmente interesante:

¿”Masota”? está bien que es una masa deforme, pero de ahí a llamarla así… por favor, un poco de respeto.O quizás fue solamente un error… como aquella vez que en la misma página escribieron “Abellaneda”. Lo mejor de todo, para todos (menos para los de Racing, obvio) es que la mascota pronto aparecerá en los encuentros que dispute la “academia” ( academia de no se sabe qué) como local. Lo cual si pensamos un poco, es toda una muestra de coherencia: la mascota, como los hinchas académicos, aparece poco y solo de local.

Otra cuestión es el cartel que pusieron para rivalizar con el imponente de Independiente, a la entrada de Avellaneda. Más chiquito que el del Rojo y más atrás. Alguno dirá “Es que va justo con la consigna ‘Grande te hace la gente, no un cartel’”. Y estaría bien sino fuera porque la consigna está puesta… ¡EN UN CARTEL!. Es como que yo mande un e-mail a alguien diciéndole que los que mandan e-mail son boludos!. Aparte, seamos sinceros: el cartel no lo puso Racing Club, lo puso Blanquiceleste S.A., o Garcia Cuervo, o como se llame, o el organo fiduciario o vaya a saber quien, solo para congraciarse con los hinchas de RC… y lo logró, todos están encantados con el cartel. Hasta los hizo olvidar que la empresa le vende los jugadores y se queda con la plata!!.
Para finalizar...
Nada Mejor que empezar el campeonato, y con grandes expectativas, muchas ilusiones y mas..., si mas de lo mismo
“Para zafar del descenso, Racing en la próxima temporada, va a tener que salir tetracampeón”. Exacta definición de la situación actual de ‘La academia’, a cargo del genial Alejandro Apoen declaraciones al programa Basta de todo, de Radio Metro.

“Me quedaría a vivir en Racing, quiero jugar acá siempre y el semestre que viene apuntamos al Campeonato”. Es lo que dijo Matías Sánchezdespués de vencer a Belgrano en la promoción. Luego Sánchez se dio cuenta que ‘Vivir en Racing’ y ‘Jugar siempre acá’ eran incompatibles con ‘Apuntar al campeonato’ así que tuvo que decidirse: hoy es jugador de Estudiantes

“¡Esto es increíble! Es como haber ganado la (Copa) Libertadores!”. El ‘Chocho’ Llop, segundos después de haber zafado del descenso… ¡Marche a las vitrinas la Copa Promoción!!.

“Este es el mejor momento de Racing en toda su historia”. Eduardo Gilberto, del órgano fiduciario que controla a Racing, al presentarse (sin ser invitado) a una reunión con Grondona y los integrantes de la Mesa de Enlace… y pocos minutos antes de tomarse a golpes de puño con estos últimos. Racing en estado puro.
“No me molestan las declaraciones de Estévez, y al grupo de jugadores, también“. Acto fallido del DT Llop, que demuestra la poca (o no tan poca) importancia de las críticas declaraciones del ‘Chanchi‘.

“Quiero ver a un Racing ordenado, con buenos jugadores. Mi sueño es que salga campeón y verlo jugar una final en Japón”. El extraordinario Daniel Lalín en declaraciones a “Estudio Fútbol”. Hablando de esto… pobre Facundo Sava… se debe estar dando cuenta ahora de todo. Después de sufrir todo tipo de humillaciones en Racing (humanas, económicas, deportivas, etc), jugó UN SOLO PARTIDO con Arsenal y salió campeón… ¡En Japón!. Qué diferencia… ¿no?.

“Racing no va a participar del torneo de invierno, Llop no puede presentar un equipo para pasar un papelón en el clásico”. Héctor García Cuerva, al justificar el abandono más rápido en la historia académica, y de paso, levantándole la moral a los jugadores.

Pero a pesar de todo esto, Racing ya está lejos de tener un equipo papelonero . Después de la ida de una docena de jugadores (Sava, Bastía, Filepi, Sánchez, Cáceres, Bonet, etc.) han firmado:

Leandro González: ¿O era García?¿Fernandez?¿Perez?… bueh, uno de esos apellidos.

Adrián Lucero: Un volante con llegada. Con llegada a Racing, al menos. Es cierto que hace seis meses que no juega pero… bueh, Racing tampoco.

Martín Wagner: Ojo, este sí es grosso, si es el que yo pienso… el Wagner que yo digo componía música clásica hace unos años. Hasta donde me acuerdo, la rompía.

Pablo ‘Payaso’ Lugüercio: Pobre Pablo… mi más sentido pésame.

Franco Peppino: Francamente sorprendente. La única razón por la cual lo deben haber contratado es porque al tener al ‘Payaso’ Lugüercio habrán buscado a otro con nombre de payaso. Eso, o es un jugador muy barato.

Uno de los síntomas de la decandencia de Racing son los ‘bolazos’. Sí, esos trascendidos que ilusionan a todos pero que terminan en nada. Así, del ‘Bolazo Rivaldo’ de hace unos años pasamos al ‘Bolazo Castromán’ de un par de torneos atrás, y llegamos al contemporáneo ‘Bolazo Nasuti’ de hace unos días. Más claro, imposible.
Las cosas no son fáciles para los hinchas de este ex club. Según sondeos que hizo este blog, este torneo lo ven como muy complicado. Así sienten que va a ser el fixture para los próximos 19 partidos:
1-Racing - REAL MADRID
2-SELECCIÓN DE BRASIL - Racing
3-Racing - INDEPENDIENTE
4-MANCHESTER U. - Racing
5-Racing - BAYER MUNICH
6-BARCELONA F.C. - Racing
7-Racing -Liverpool
8-RIVER - Racing
9-Racing - JUVENTUS
10-ROMA - Racing
11-Racing -SAN LORENZO
12-SELECCIÓN DE ALEMANIA - Racing
13-Racing - CHELSEA
14-DIOS - Racing
15-Racing - MILAN
16-Racing - ARMADA BRITÁNICA
17-BOCA Jrs- Racing
18-Racing - OTAN
19-AL QAEDA - Racing
Yo Gracias a Dios soy del Diablo... y Miru tambien